Gelman, Conti, Oesterheld, Donda. Una a una, el presidente Néstor Kirchner se detuvo frente a las placas con los nombres de los desaparecidos que se extendían sobre el muro gris. Antes de llegar al río, encontró la que estaba buscando: la de su amigo Carlos Labolita. “23 años”, decía.
La presidenta electa Cristina Fernández de Kirchner la había visto antes, y no había podido resistirse a tocarla. Ambos presidieron la inauguración del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, en el Parque de la Memoria. Los dos coincidieron en volver a criticar la lentitud de la Justicia, a la que la senadora consideró “agraviante para las víctimas y para la sociedad”. “Han pasado ese lamentable sacerdote y ese policía, ¿cuándo van a juzgar a los jefes?”, preguntó Kirchner, quien le pidió a los jueces “que dejen de ir y venir”.
Las cinco paredes con treinta mil placas –de las que 8718 ya llevan nombres– conforman el primer monumento a las víctimas del terrorismo de Estado. El proyecto se gestó en los noventa, mientras el gobierno de Carlos Menem trababa la posibilidad de un museo de la memoria en la ESMA. El parque, de 14 hectáreas, se comenzó a construir hace diez años con tierras ganadas al río en la costanera norte, cerca de Ciudad Universitaria.
Hoy tiene una entrada con las primeras esculturas y un centro de interpretación, donde se prevé que habrá una biblioteca, una medioteca y un lugar para conferencias. Erigidas frente al río, se destacan las cinco estelas grises que llevan los nombres de los desaparecidos y que, vistas desde el cielo, muestran la forma de una herida.
Una cascada bañaba uno de los muros de piedra, que contrasta con el verde del pasto, sobre el que se concentraron integrantes de los organismos de derechos humanos de distintas partes del país (había, incluso, un grupo de Jujuy). Los pañuelos blancos ocupaban toda la primera fila. Algunas de las madres usaba los paraguas para protegerse del sol; la mayoría traía flores para dejar en el monumento o para arrojar al río. Al final del acto, muchos fueron a buscar el nombre de su padre, hermano o amigo. Y a tocarlo.
Acompañados por el jefe de Gobierno, Jorge Telerman, y buena parte del gabinete nacional, los Kirchner recorrieron el monumento junto a las Madres y Abuelas. Los seguía también el ex jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, quien recibió un cerrado aplauso por su impulso para que se concretase el Parque de la Memoria. Aunque llegó tarde, también estuvo presente la vicejefa electa Gabriela Michetti (ver pág. 4). Todos ocuparon sus lugares y Cristina sacó un abanico de colores, que no dejó de usar durante el acto. En contraste, vestía de un discreto blanco y negro.
“Tenemos un lugar para recordar a los desaparecidos, asesinados y caídos en combate en este país”, comenzó el fotógrafo Marcelo Brodsky, quien leyó un discurso consensuado por la Comisión pro Monumento, que integran Abuelas de Plaza de Mayo, Madres Línea Fundadora, APDH, Buena Memoria, CELS, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Fundación Memoria Histórica y Social Argentina, LADH, MEDH y Serpaj.
“Queremos más justicia, más celeridad en su trabajo, más juicios, más testimonios, más condenas”, destacó Brodsky. “Es deber del Estado realizar las investigaciones necesarias para identificar a los que todavía no están, así podremos seguir agregando los ladrillos aún en blanco”, reclamó. Se dirigió a los exiliados, a los nietos recuperados, a los ex presos políticos de la dictadura, y a quienes puedan aportar nombres que se agreguen al monumento. Taty Almeida, de Madres, subió al final del discurso para gritar “presente” por los desaparecidos.
“En la recorrida comentábamos que hoy era un día feliz. Todos vamos a tener un lugar para recordar. Vi al
Presidente acariciar la placa de su amigo Labolita. Me vi a mí acariciando la de Dagmar Hagelin, mi amiga”, contó Telerman, con su estilo. “Cuando veníamos para acá, la presidenta electa me comentaba del Museo de Praga y de otros genocidios. Estos monumentos son para contestarle a los negacionistas”, interpretó.
Falta López
–¡¡Aparición de Julio López!! –comenzaron a gritar entre el público.
“Recién escuchaba un sentimiento que comparto: que aparezca Julio López”, empezó Kirchner, rápido de reflejos. “Es la llama viva de que la impunidad sigue vigente entre nosotros”, planteó. “Les puedo asegurar que hicimos todo lo que pudimos, pero... ¡cuántas trabas!”, advirtió el Presidente, sin dar mayores precisiones. “Seguro que los monstruos de ayer seguirán amenazando”, insistió.
“Me abrazo a todos los ladrillos”, dijo Kirchner, en referencia a las placas. “Aquí vi los miles de nombres de los desaparecidos, y les quisiera explicar lo que nos cuesta que la justicia despierte. ¡Que los jueces dejen de ir y venir!”, pidió el Presidente. “Yo veo que los más jerarcas no han pasado, o muy poquito”, remarcó Kirchner, quien intentó adelantarse a las críticas por inmiscuirse con la división de poderes. “No es mi intención entrometerme... Pero tampoco vi a los responsables civiles”, dijo, en probable referencia al ex ministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz. También se refirió sin nombrarlos al sacerdote Christian Von Wernich y al represor Miguel Etchecolatz.
“Tenemos una Corte independiente. Sería importante que toda la estructura judicial se movilice”, planteó Kirchner, quien retomó una de sus frases preferidas de la campaña (“yo sé que Cristina va a profundizar. Ella es más detallista en los temas jurídicos... Bah, en todo”). “Esto no divide a los argentinos. Al contrario, la justicia y la memoria unen. Que no haya delincuentes sueltos, une”, reafirmó.
Lo interrumpió un avión que despegaba de aeroparque. “El ruido de los aviones acompaña el sentido del recuerdo”, sostuvo, y mencionó los vuelos de la muerte. Por último, le prometió a las Madres que iba “a seguir trabajando” cuando deje la presidencia.
–¡Queeee hableeee! ¡Queeee hableeee! –le cantaron desde la tribuna a la presidenta.
“Muchas gracias”, se limitó a responder ella. Unos segundos después, enfrentó los micrófonos, mientras se retiraba. “Hay una necesidad de justicia, que las causas puedan desarrollarse no con esta lentitud, que es agraviante no sólo para las víctimas y los sobrevivientes, que tienen que relatar una, dos, tres, cuatro veces, casi como un nuevo martirio, sino para la sociedad”, sostuvo la senadora. Sobre el fondo del río, mientras comenzaba a llover, sólo quedaron las flores, que nunca alcanzan.
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